Instale o Steam
iniciar sessão
|
idioma
简体中文 (Chinês simplificado)
繁體中文 (Chinês tradicional)
日本語 (Japonês)
한국어 (Coreano)
ไทย (Tailandês)
Български (Búlgaro)
Čeština (Tcheco)
Dansk (Dinamarquês)
Deutsch (Alemão)
English (Inglês)
Español-España (Espanhol — Espanha)
Español-Latinoamérica (Espanhol — América Latina)
Ελληνικά (Grego)
Français (Francês)
Italiano (Italiano)
Bahasa Indonesia (Indonésio)
Magyar (Húngaro)
Nederlands (Holandês)
Norsk (Norueguês)
Polski (Polonês)
Português (Portugal)
Română (Romeno)
Русский (Russo)
Suomi (Finlandês)
Svenska (Sueco)
Türkçe (Turco)
Tiếng Việt (Vietnamita)
Українська (Ucraniano)
Relatar um problema com a tradução
Imagínate: son como el arcoíris después de la tormenta, pero en versión anatómica. Vienen en todas las formas, tamaños y colores, como si la naturaleza hubiera decidido hacer un experimento creativo. Y, aunque no ganen un concurso de belleza, cumplen una función tan importante que podríamos decir que son los héroes anónimos de la humanidad.
Además, ¿qué otro órgano puede presumir de ser tan celebrado y, al mismo tiempo, tan incomprendido? Los penes han inspirado poemas, canciones y hasta monumentos (sí, estamos mirándote a ti, Obelisco). Son el símbolo máximo de la vida, la fertilidad y, por qué no decirlo, de la diversión.